martes, 22 de octubre de 2013

MIS ZAPATOS

Les presentamos este cortometraje dirigido por Nima Raoofi, que nos muestra la desdicha que sufre un niño al comparar sus zapatos rotos con los zapatos nuevos, bonitos y mejores de otro niño que se encuentra en el parque. La situación le parece injusta, “¿Por qué tiene que ser así?” “¿Por qué él sí y no yo?” “¿Por qué la realidad no es otra, como yo quiero, como yo creo que es mejor?”
Este cuestionamiento interior lo lleva a pedir un deseo, motivado por la aparente buena condición del otro, por llevar una mejor ropa, pide ser como él, con la expectativa de estar mejor. El deseo se le cumple, llega a ocupar el lugar del niño bien vestido, pero para su sorpresa, este niño tenía una discapacidad física y no podía caminar, correr, desplazarse por sus propios medios, como él originalmente si podía. Consigue lo que pretendía, unos zapatos nuevos y bonitos, pero esta nueva realidad no trae con ello la alegría que tanto anhelaba.
Elementos apostólicos
Quiero comentar algunos elementos que me llamaron la atención de este video y que pueden ayudarnos en nuestro apostolado:
1. ¿Quién es mejor: él o yo?
No es raro que nos sucedan situaciones como la del video. Las comparaciones con los demás. Poner a otros como el punto de referencia de nuestra valoración. El hecho que otras personas posean cosas que no tenemos nos hace sentir inseguros frente a nuestro propio valor; nos puede parece que “este es mejor que yo, porque es más reconocido, tiene más talento, tiene más fama, tiene más dinero, tiene más prestigio, etc”. El valor lo relacionamos con lo que se tiene o lo que se puede hacer o lograr. Podemos querer ser como los demás, obtener lo que otros tienen y así conseguir la aceptación y la valoración que esperamos. Terminamos entonces renunciando a nosotros mismos, a ser auténticos por querer ser otros, ignorando o despreciando lo que nosotros tenemos, ya sea porque no conocemos su valor o porque no nos parece suficiente, según el ideal que hemos construido.
En este punto quiero aclarar que la búsqueda de valor y significación es algo natural en el ser humano, que proporciona seguridad, sin embargo como mencionaba este valor no responde sólo a las cosas que son más pasajeras.
 2. Nuestro valor consiste en lo que somos, no en lo que tenemos.
 
Esta es una verdad que se deriva de la misma Revelación. Cada uno de nosotros creados y pensados con Amor desde el corazón de Dios. Cada uno único e irrepetible, con una dignidad y un valor especial porque Dios así lo ha querido. Dios no hizo a alguien mejor o peor. Tener unas capacidades o características distintas no nos hace menos o más ante los otros. Cada uno debe primero conocer aquello que representa su dignidad y posteriormente aceptarlo, acogerlo como un don de Dios. El conocimiento y la aceptación de nosotros mismos nos llevarán a ser más humildes, es decir vivir de acuerdo a la verdad de nosotros mismos.
Hoy en día se habla de los problemas de valoración y  de autoestima, son comunes los recursos, talleres, libros, películas, que buscan ser un método de autoayuda para aprender a sentirse bien consigo mismo. Sin embargo, estas respuestas resultan insuficientes cuando no se considera que este mal tiene un componente espiritual, que requiere madurez en la fe, una relación confiada que acoja la verdad que Dios nos muestra sobre nuestra identidad y dignidad.
3. La realidad entendida desde una lógica sobrenatural
Hay ocasiones en que nos encontramos con realidades y situaciones que son en sí mismas difíciles de entender, de asumir, que nos llevan a estar inseguros frente a la propia valoración. La carencia de un bien necesario o que esperamos, el dolor, el sufrimiento, la limitación. Sea cual sea la circunstancia, hay un bien y una verdad que siempre permanece: somos valiosos y dignos. A pesar que la realidad no siempre se ajusta a nuestras expectativas ni a nuestra lógica, las situaciones de la vida están enmarcadas en una Lógica sobrenatural: el Plan de Dios. Él siempre conoce lo que necesitamos, lo que nos hace bien y así a veces haya momentos de sufrimiento, en la mente y el corazón de Dios todo tiene un sentido para nuestro bien.  Esta verdad nos invita a mirarnos a nosotros mismos como Dios nos miraría, confiando en que siempre será una visión de Amor.
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Fuente: Catholic-link

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