martes, 26 de agosto de 2014

MATICES SOBRE LA HUMILDAD

Cuanto más volvamos sobre la naturaleza y necesidad de la humildad, mejor. Porque es virtud escasa, difícil de adquirir, y sin embargo nosotros seguimos al Humilde que se despojó de su rango hasta la muerte y muerte de cruz (cf. Flp 2,5ss).


Soberbia y orgullos son contrarios al ser de Dios y profundamente destructores de la naturaleza humana, de nuestra humanidad concreta. La humildad sí nos conviene a quienes somos, por naturaleza, imperfectos, débiles y pecadores. ¿Quién puede permitirse ser soberbio -orgulloso, perfecto de sí mismo- cuando la realidad de la fragilidad y del pecado se imponen?
 
La humildad, tan necesaria, incluye otras pequeñas virtudes, que la acompañan, que nacen de ella, que son sus auxiliares.

Vamos a reflexionarlas, dejarnos catequizar, para luego poner por obra.

"San Pablo nos indica algún elemento concreto de esta respuesta [vital y vocacional] con cuatro palabras: “humildad”, “dulzura”, “magnanimidad”, “soportándoos mutuamente por amor”. Quizás podamos meditar brevemente estas palabras en las que se expresa el camino cristiano...
 
"Humildad": la palabra griega es tapeinophrosyne, la misma palabra que san Pablo usa en la Carta a los Filipenses cuando habla del Señor, que era Dios y se humilló, se hizo tapeinos, descendió hasta hacerse criatura, hasta hacerse hombre, hasta la obediencia de la Cruz (cfr Fil 2,7-8). Humildad, por tanto, no es una palabra cualquiera, una como modestia, algo... sino que es una palabra cristológica. Imitar al Dios que desciende hasta mí, que es tan grande que se hace mi amigo, sufre por mí, ha muerto por mí. Esta es la humildad que hay que aprender, la humildad de Dios. Quiere decir que debemos vernos siempre en la luz de Dios; así, al mismo tiempo, podemos conocer la grandeza de ser una persona amada por Dios, pero también nuestra pequeñez, nuestra pobreza, y así comportarnos justamente, no como amos, sino como siervos. Como dice san Pablo: “No pretendemos imponer nuestro dominio sobre vuestra fe, lo que queremos es aumentar vuestro gozo" (2Cor 1,24). Ser sacerdote, aún más que ser cristiano, implica esta humildad.

"Dulzura": en el texto griego aquí está la palabra praütes, la misma palabra que aparece en las Bienaventuranzas: “Bienaventurados los mansos porque ellos heredarán la tierra" (Mt 5,5,). Y en el libro de los Números, el cuarto libro de Moisés, encontramos la afirmación de que Moisés era el hombre más manso del mundo (cfr 12,3) y, en este sentido, era una prefiguración Cristo, de Jesús, que dice de sí mismo: “Yo soy manso y humilde de corazón" (Mt 11,29). También esta palabra, por tanto, “manso”, “dulzura”, es una palabra cristológica e implica de nuevo esta imitación de Cristo. Porque en el Bautismo somos conformados a Cristo, por tanto debemos conformarnos a Cristo, encontrar este espíritu del ser mansos, sin violencia, de convencer con el amor y con la bondad.

"Magnanimidad", makrothymia significa la generosidad del corazón, no ser minimalistas que dan sólo lo que es estrictamente necesario: démonos a nosotros mismos con todo lo que podemos, y crezcamos también nosotros en la magnanimidad.

“Soportándoos en el amor”: es una tarea de cada día soportare unos a otros en la propia alteridad, y precisamente soportándonos con humildad, aprender el verdadero amor" (Benedicto XVI, Lectio divina con los seminaristas de Roma, 4-marzo-2011).

Javier Sánchez Martínez en ReL 

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