domingo, 30 de noviembre de 2014

I DOMINGO DE ADVIENTO

Nuestros confirmados con D. Braulio y nuestros sacerdotes
Un numeroso grupo de jóvenes y adultos, recibió ayer en nuestra Parroquia y de manos de nuestro Arzobispo, el sacramento de la Confirmación. Damos gracias a Dios por el don de su Espíritu que ayer se hizo presente entre nosotros. 

Evangelio
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos:
«Mirad, vigilad: pues no sabéis cuándo es el momento. Es igual que un hombre que se fue de viaje, y dejó su casa y dio a cada uno de sus criados su tarea, encargando al portero que velara.
Velad entontes, pues no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa, si al atardecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer: no sea que venga inesperadamente y os encuentre dormidos.
Lo que os digo a vosotros, lo digo para todos: ¡Velad!»
Marcos 13, 33-37



Tú, Señor, eres nuestro padre, tu nombre de siempre es “Nuestro redentor”. Pastor de Israel, escucha, despierta tu poder y ven a salvarnos, ¡Ojalá rasgases el cielo y bajases, derritiendo los montes con tu presencia!
Así rezaban los israelitas que esperaban al Salvador del mundo. Llamaban a Dios “Padre”, “Redentor” y “Pastor de Israel”.
Lo llamaban “Padre” porque Dios los había elegido entre todas las naciones como Pueblo suyo, como Pueblo de Dios. Lo llamaban “Redentor” porque los había rescatado de la esclavitud de Egipto, Lo llamaban “Pastor de Israel” porque durante cuarenta años los había guiado por el desierto y los había llevado a la Tierra Prometida. Por eso, cuando se sentían abandonados, cuando volvían al ser esclavos, cuando se veían perdidos rezaban así: Padre, Redentor, Pastor de Israel… escucha, despierta tu poder y ven a salvarnos; ¡ojalá rasgases el cielo y bajases derritiendo los montes con tu presencia!
Todos hemos visto esas montañas nevadas que parecen como rocas muertas. Cuando llega la primavera y sale el sol, la nieve se derrite, el agua empieza correr y, otra vez, todo se llena de vida. Por eso, cuando los israelitas sentían el frío y la oscuridad de quien está sepultado bajo la nieve invocaban a Dios Padre, Redentor y Pastor así: ¡ojalá rasgases el cielo y bajases derritiendo los montes con tu presencia!
Todavía no se había revelado el Misterio de la Santísima Trinidad porque todavía no había venido al mundo el Hijo de Dios, nuestro Salvador, Jesucristo. Pero Dios iba preparando a su Pueblo para recibir la salvación que viene del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Fue Nuestro Señor Jesucristo, el Hijo de Dios nacido de Santa María Virgen, quien nos reveló ese misterio de la Santísima Trinidad y nos enseñó que estamos a llamados a participar de la vida divina. San Pablo lo decía así:
Dios os llamó a participar en la vida de su Hijo, Jesucristo, Señor nuestro. ¡Y él es fiel!
¿Qué quiere decir eso? Pues quiere decir que estamos llamados a ser hijos de Dios en Cristo. Quiere decir que el Padre quiere unirnos a Jesucristo -su Hijo por Naturaleza- y darnos el Espíritu Santo para que seamos hijos por adopción, por gracia. Quiere decir que, aunque no hemos elegido lo que somos en esta vida, podemos elegir lo que seremos en la Vida Eterna y que, si respondemos a la llamada de Dios, seremos, para siempre hijos de Dios y viviremos eternamente en la Luz y en el Gozo del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
En el evangelio del primer domingo de Adviento nos dice Jesús:
Mirad, vigilad: pues no sabéis cuando es el momento. Es igual que un hombre que se fue de viaje y dejo su casa, y dio a cada uno de sus criados su tarea, encargando al portero que velara. Velad entonces, pues no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa, si al atardecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer; no sea que venga inesperadamente y os encuentre dormidos. Lo que os digo a vosotros lo digo a todos: ¡Velad!
Hay una amable feligresa de San Miguel que suele hacer las lecturas y lo hace muy bien pero se pone nerviosa cuando lee el Apocalipsis o las palabras de Jesús referidas al Juicio Final. El viernes, después de Misa volvió a decirme: bueno padre, ya hemos acabado con el Apocalipsis ¿no? ¡Qué barbaridad! ¡Tantas catástrofes y tanto miedo! 
Yo no quise desanimarla diciéndole que empieza el Adviento y que toca decir: ¡Ven Señor Jesús! ¡Ojalá rasgases el cielo y bajases, derritiendo los montes con tu presencia! Es verdad que la Biblia habla de catástrofes porque habla del pecado y de un mundo que se acaba. Pero el mensaje de la Biblia ni es catastrofista ni es de tanto miedo. Es un mensaje de esperanza: nos dice que, a quien vive como un Hijo de Dios ninguna catástrofe, ni el fin del mundo ni nada podrá apartarlo del amor de Dios.
Es el que no ha estudiado y se va a dormir tan tranquilo el que puede encontrarse con un disgusto cuando lleguen los exámenes. Es el que no ha trabajado y se va a dormir tan tranquilo quien puede encontrarse con una sorpresa desagradable cuando vaya a cobrar su sueldo. Es el que elige vivir como si Dios no existiese y como si los demás tampoco existiesen y se va a dormir a pierna suelta, el que puede encontrarse con una eternidad sin Dios y sin amor.
Cuando Jesús nos dice que vigilemos y velemos lo que nos pide es que vivamos en gracia de Dios y que, si nos damos cuenta de que hemos ofendido a Dios no nos vayamos a la cama sin reconciliarnos con Él.
No hay nada mejor que vivir en gracia de Dios. Eso pone en la tumba de un amigo mío que murió muy joven, a los dieciséis años. Y es verdad. El que vive en gracia de Dios puede decir como el salmista:
En paz me acuesto y enseguida me duermo porque Tú, Señor, me haces vivir tranquilo.
Sí: el que vive en gracia de Dios espera vivir en la Gloria de Dios y el que se duerme en gracia de Dios y se muere durmiendo despertará en la Gloria porque Dios es fiel.
Siempre me acuerdo de un profesor de filosofía que, cuando alguno de nosotros se dormía en clase -cosa que pasaba a menudo- bajaba la voz y decía a los demás: no lo despierten. ¡Qué comprensivo y amable que era! Así es Dios: sabe que necesitamos dormir y descansar y no quiere atormentarnos. Nos da su gracia en voz bajita -incluso cuando dormimos- para que podamos vivir tranquilos -pase lo que pase- y dormirnos un día y despertar en la Gloria. como Santa María.
D. Javier Vicens Hualde
Párroco de S. Miguel de Salinas.



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